Periodista de raza analógica, migrante digital e irónico de por vida. Mi currículo lo perdí en las vías del tren que me llevó durante 27 años por España con el billete inolvidable de interviú. Ahora escribo de literatura, de ciencia y de tecnología. El futuro lo estoy contando en este blog.
Pienso, luego insisto
El blanqueamiento anal de Vox
El otro día, Baltasar Garzón aportó en La Sexta Noche una perla al debate sobre [...]
Margarit
La primera vez que supe de Joan Margarit fue en La Central del carrer de [...]
La ignominia
Hoy me voy a ir a la cama con la agradable sensación de haberme quitado [...]
Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.
Julio Cortázar: Instrucciones para llorar
(Historias de cronopios y famas. Relatos. Círculo de lectores, 1984)
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