Tal día como hoy, en 1937, durante una timba celebrada en un tugurio de Lisboa, un portugués toma un revólver, abre el tambor, coloca una bala, lo gira al azar, se acerca la boca del cañón a la sien y se pone a cantar fados hasta que logra matar de aburrimiento al resto de los jugadores, en lo que se considera el origen de la célebre ruleta lusa.