El día que se casaron mis padres, Suecia temía que se produjera de un momento a otro un ataque ruso. Una semana antes se había declarado el estado de alarma en todo el país. Un avión derribado por cazas soviéticos, junto con otro aparato de salvamento que había ido en su búsqueda, había elevado al máximo la tensión.

En el Báltico, las flotas y las fuerzas aéreas de Suecia y Rusia estaban frente a frente, con órdenes de disparar en caso de ser atacadas. “Los finlandeses han demostrado que saben entendérselas con el Ejército rojo y los suecos están lo suficientemente armados para causar serias molestias a los rusos”, escribía el redactor del mítico diario vespertino ‘Madrid’ el 24 de junio de 1952, el día que se casaron mis padres. El año en que nació Putin.

El ´Club Atlántico’

“Sin embargo –continuaba la crónica- casi todos los suecos se consuelan pensando en que las potencias del Pacto Atlántico acudirán a ayudar a su país si éste se viese envuelto en una guerra por accidente o deliberadamente (…) Muchos se hacen la ilusión de que pueden pertenecer al ‘Club Atlántico’ sin pagar cuota”.

Eran los tiempos más crudos de la guerra fría. Han pasado 70 años, cayó el muro de Berlín, la URSS entera, derribaron las más altas torres de EEUU y estamos asistiendo, entre otros graves acontecimientos, a un calentamiento global del planeta en todos los sentidos: ahora la guerra ya no es fría.

La familia del primo

Los Martínez Almeida, unos artistas

El día que se casaron mis padres, el diario ‘Madrid’ informaba sobre la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1952, que se celebraba en el madrileño parque del Retiro. Entre los artistas que exponían su obra se encontraba…(redoble de tambor)… ¡Carlos Martínez Almeida!, con un retrato “de correcto dibujo y de una expresión que es como la vida llevada al lienzo”. O como plasmar en la tela el contacto oportuno del Ayuntamiento para beneficio de los de la saca, añadiríamos hoy. ¿Podría ser este Carlos Martínez Almeida el padre pintor del primo conseguidor? A saber. Pero ahí estaba, ya entonces, la familia, como queriéndonos decir que a lo mejor los primos somos nosotros.

La tumba del imperialismo

El día que se casaron mis padres, en plena guerra de Corea, la “radio roja de Pekín” leyó un comunicado del general norcoreano Nam Il en el que este decía que “Corea será la tumba del imperialismo”. Ese día, la futura Corea del Norte sufrió el ataque de 500 aviones aliados. Se dice pronto. A Nam Il le sucedió Kim il Sung, abuelo del actual Kim Jong un, que aún sigue cavando la tumba del imperialismo, así como la de sus estilistas de peluquería.

En aquel junio del 52, tampoco faltaban problemas en el Magreb:  los tunecinos andaban en pleno verano árabe de revueltas para lograr independizarse de las fuerzas coloniales francesas. Aun les quedaban muchos años, y mucho descontento social, para llegar a la primavera.

Desde Córdoba, con calor

El día que se casaron mis padres, la portada del diario ‘Madrid’ refería, como noticia de impacto, que en Córdoba se habían alcanzado los 38 grados. Setenta años después, esa misma temperatura ya se ha registrado en mayo.

Los teletipos vomitaban, entonces, noticias que ahora salen en esos absurdos programas de entretenimiento visual que ponen en las teles, y que incluso ya trepan por las escaletas de algunos telediarios: “Un peatón atropella a un automóvil en Teruel” (les faltó decir también que un hombre había mordido a un perro, la base del periodismo); “Las serpientes de mar existen”;Avistados platillos volantes en Nueva Jersey… y otro en Salamanca” : andábamos aún por el segundo o tercer milenio, antes del Cuarto. Mientras, en la madrileña Puerta del Sol solo se avistaban obras, como siempre: esta vez para sustituir «los viejos quioscos de periódicos por unos más modernos».

Se busca Maradona

Hasse Jeppson, la «ingle de Dios».

La noticia deportiva del día fue el millonario fichaje por el Nápoles del delantero centro sueco Jeppson. El club italiano pagó 105 millones de liras –unos ocho millones de pesetas- y el futbolista se convirtió en un héroe la hinchada local durante las siguientes cuatro temporadas. Ya tenían por entonces ganas de un Maradona, y andaban inventándoselo.

De Franco también se informaba, claro. Una voz autorizada, nada menos que el cardenal mozambiqueño Teodosio Clemente de Gouveia, arzobispo capitalino de Lourenço Marques (futura Maputo, pues Mozambique aún era provincia portuguesa de ultramar), aseguraba en la portada del ‘Madrid’ que “El Caudillo (sic) es un hombre con el que se simpatiza irresistiblemente”. Setenta años después, aún seguimos buscando por las cunetas a los que se resistieron a simpatizar con él. Como para pedirle explicaciones. Ni a él, ni al que designó como su sucesor: «¿Explicaciones, de qué?»

El enlace Barrio-De Penagos

Pero la noticia más importante del día en que se casaron mis padres fue, sin lugar a dudas, su boda, tal como lo recogió –previo pago, como es de suponer en todo eco de sociedad- el diario ‘Madrid’ en su página 10 de aquel 24 de junio de 1952.

Los recién casados, en el banquete servido por Gaviria

Decía así: «En la mañana de hoy se ha celebrado con toda solemnidad, en la iglesia parroquial de la Concepción, adornada con gran profusión de flor blanca, la boda de la bella señorita María Encarnación de Penagos y Lucas de Arredondo con don Juan Barrio de Frutos, profesor mercantil al servicio de la Hacienda Pública.

Apadrinaron el enlace la hermana de la desposada señorita, María del Pilar de Penagos y Lucas de Arredondo, y el hermano del novio, Hilario Barrio de Frutos. Bendijo la unión el señor cura párroco de la Concepción, don Jesús García Colomo.

Vestía la novia precioso traje de raso duquesa, y en el tocado, finos motivos de azahar y velo de tul espuma [no citaba el redactor que se parecía a Barbara Stanwyck, de guapa que iba]. (…) Terminada la ceremonia religiosa, los numerosos invitados se trasladaron a los salones de Gaviria, donde fueron obsequiados con un espléndido “lunch”. El nuevo matrimonio se propone realizar un largo viaje de bodas por distintas capitales españolas».

De ese viaje, y de otros, fuimos viniendo sus hijos. El próximo 24 de junio mis padres hubieran hecho setenta años de casados, sus bodas de titanio. Siempre celebraban el aniversario comiendo en un restaurante de postín. A eso nos enseñaron también: a saber apreciar la buena comida. Es una de las mejores maneras de celebrar la vida, mientras «los años pasan, inútiles». Borges dixit.