La oscuridad reclama en cuanto llega
un orden para el mundo.

Se lo daría, si pudiese,
igual que puedo darle mi cadena de azares,
un nombre a algún presagio aleteante,
el mapa descifrado de mi limbo
y aun la gratitud que no le debo.

Nunca llega de pronto sino que desvanece
el tejido de fondo de los días
como si sumergiera
un cuerpo en la mirada que lo sigue.

La oscuridad precede a cuanto toca.
Y si finge lanzarse como un ave de presa
sobre tu cuarto solo,
si amenaza su salto de repente,
no creas en su caída,
no temas su ala trampa,
hazle un hueco.

Luis Muñoz: Luces apagadas (Manzanas amarillas. Hiperión, 1995)

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Rulo y la Contrabanda: Verano del 95