“Madriz es mucho Madrid. En esta ciudad pasan cosas muy fuertes. Ha surgido una cultura urbana con una vitalidad, una fuerza y unas peculiaridades que se dan en pocos lugares del mundo. Con la llegada de la libertad, la imaginación se ha desbordado y ha nacido un estilo de convivencia libre, generosa y abierta.

La movida madrileña –con sus músicos, sus artistas, sus poetas, sus pintores, su basca enrollada, con todos sus nuevos valores- es una auténtica revolución cultural. El futuro está cargado de promesas. La ciudad se hace más libre, la imaginación se adueña de la calle –porque la calle es de todos- y avanza irresistible sobre lo muerto y las caducas viejas glorias de la cultura oficial”.

Así arrancaba el editorial del número 1 del tebeo Madriz. Enero de 1984. Tebeo, que no cómic, como ellos mismos insistían en llamarse. Editado por la concejalía de la Juventud de aquel añorado ayuntamiento socialista de Tierno Galván, los lectores del fanzine teníamos el lujo de contar con ilustradores tales como Ceesepe –coronando la portada- Carlos Giménez, Javier de Juan y El Roto cuando era OPS, entre otros grandes autores de la movida madrileña.

Toma nota, Ayuso. Se hablaba del triunfo de la libertad después de muchos años de fascismo y represión, valga la rebuznancia. De ese fascismo con el que no te va a doler prendas pactar si ganas justita las elecciones a la comunidad de Madrid. Por eso a mí no me engañas con tu “libertad” ni mucho menos con ese madrileñismo de pacotilla que tanto daño nos va a hacer a los madrileños. ¡Vaya imagen de palurda centralista!

La libertad en la que respiré y bebí mi juventud, y todos los de la generación de los que aún no estamos vacunados de coronavirus pero sí de espanto, fue una libertad con mayúsculas, la de tomar la calle como nuestra y no como si fuera propiedad exclusiva del fundador de tu partido. Eso son los tics que llevas, Ayuso, propios de una chulería cuartelera que nada tiene que ver con el deje cheli y pintoresco de un Madrid en el que todos somos madrileños, empezando por mis amigos canarios, vascos, valencianos, castellanos, andaluces y murcianos, que quieren a esta tierra tanto como yo. Ellos son la esencia de Madrid.

En aquel Madrid donde estallaba la imaginación en cada esquina no hacía falta salvar la hostelería, y mucho menos a las multinacionales ante las que te arrodillas, presidenta en disfunciones. ¡Qué coño iba a hacer falta salvarla, si nos bebimos hasta el agua del Manzanares! Y si había que tomar la calle –responsablemente, porque por supuesto que era nuestra- era para salvar a la Democracia de los embates fascistas del golpismo, o para despedir al viejo profesor, de cuya mesura y bonhomía no parece que hayáis aprendido nada. Ni tú ni los provocadores de Vox, con “x” de Felipe González. Porque anda que no hay también gente a la que le sentó fatal la movida: a este, a Nacho Cano, a Miguel Bosé o incluso al que entonces estaba de presidente de la comunidad de Madrid, Joaquín Leguina. Decimos que la derecha lleva 26 años instalada en Madrid. Y doce más con este menda. Es para echarse a llorar.

Todo pasará. Vuestra fiesta “trumpista” de lamer el culo al capitalismo más feroz pasará –ojalá pasara el mismo martes, 4, aunque lo dudo-. Y también pasará el coronavirus, pero no la Justicia para saber cómo se gestionó la pandemia en las residencias de mayores de la comunidad de Madrid y quiénes fueron sus verdaderos responsables.

Y volveremos a pisar las calles nuevamente de nuestro Madrid. Sin miedo, con mucha imaginación y con esa sed que da el haber sido responsables durante toda una pandemia. Y que los pijos salven Ponzano, que ya nos dedicaremos el resto de ir salvando la Prospe, la Latina o Lavapiés. Y a lo mejor hasta nos da por volver a vivir una primavera progresista. Que cuenten con mi voto.

 

P.S.

Hubo una época en que en la calle Ponzano solo estaba la bodega de la Ardosa y, casi al lado, el Tecnogenia, ese antro de perdición en el que tantas noches y amaneceres recalé con mis amigos canarios de la movida, a los que dedico este post. Ellos eran y seguirán siendo mi Madrid. Y mi mejor remedio contra la desmemoria.