«A la Maga y a mí nos ocurre a veces profanar nuestros recuerdos (…) Suelo empezar yo, acordándome con desprecio de mi antiguo culto ciego a los amigos, de lealtades mal entendidas y peor pagadas, de estandartes llevados con una humilde obstinación a las ferias políticas, a las palestras intelectuales, a los amores fervorosos. Me río de una honradez sospechosa que tantas veces sirvió para la desgracia propia o ajena, mientras por debajo las traiciones y las deshonestidades tejían sus telas de araña sin que pudiera impedirlo, simplemente consintiendo que otros, delante de mí, fueran traidores o deshonestos sin que yo hiciera nada por impedirlo, doblemente culpable».

Julio Cortázar, del capítulo 138 de Rayuela

Imagen: Atardecer distópico en una cala del embalse de Valmayor. Octubre de 2022. El Escorial. Madrid

— —- — — —-

Miguel Ríos y Manolo García: Insurrección 

P.D.

Recuerdo que leí Rayuela durante las penosas noches en que acompañé a mi tía Pili en el hospital, cuando ya su cáncer era metastásico. De eso hace 36 años. El juego de Cortázar se me quedó grabado a fuego. Y hay párrafos, como este del capítulo 138, que vienen a contarte amargas verdades muchos años después, pero siempre en estos días de octubre.