Tendría cuatro o cinco años cuando inventé una rotativa. Era una mesa de hierro y formica de doble hoja, plegada, que había en uno de los cuartos de la casa familiar. Aún la conservo. Un día descubrí que, si levantaba un poco una de las hojas y metía un folio dentro, bastaba con dejarla caer sobre la otra para que, al hacerse el vacío, el folio saliera disparado por el aire, como si estuviera recién impreso. Aquel papel fue mi primer periódico.
Aprendí a escribir a máquina casi antes que a mano. Me fascinaba el olor a tinta y el ruido de las teclas de esta Hispano Olivetti Pluma 22 que también conservo, su rodillo sin fin y ese folio en el que empezaba a copiar titulares para luego llevarlo a la mesa-rotativa y lanzarlo al aire, como si lo publicara, inocente inventor de la prensa gratuita.
Jabalinas de papel
En aquella época fue cuando más cerca estuve del periodismo deportivo. Mi abuela me enseñó a hacer jabalinas de papel enrollando una doble página del diario Ya, con su inolvidable formato sábana, y pegando el pico final con un trozo papel celo. Con mi hermano competía a ver quién la lanzaba más lejos.
El diario Ya le servía a mi padre para envolver el resto de los periódicos que compraba a diario. Ahí dentro cabían el Madrid y el ABC y alguno de los tebeos que me acompañaron toda la infancia. Por las tardes, bajaba a comprar el Pueblo y el Informaciones. Más las revistas, como Sábado Gráfico o la Gaceta Ilustrada, que, a modo de pasatiempo, incluía seis gazapos en sus páginas. De tanto buscarlos, me terminé aficionando a leer los reportajes. Me crié en un mundo de papel que terminó marcándome para toda la vida.
En la adolescencia empecé con los recortes. Todo cuanto se publicaba sobre los secuestros de Antonio María de Oriol y Emilio Villaescusa, quedaba guardado por orden cronológico en una caja de madera. Me atraía todo lo relacionado con el terrorismo, con la convulsa Transición, con la actualidad de un país en el que todo estaba por hacer. Como yo mismo.
Interviú
Y me hice periodista, por la Universidad Complutense de Madrid. En 1990 empecé a colaborar con la revista interviú y allí he desarrollado toda mi labor profesional, mezclando reportajes de investigación, otros de provocación, artículos de todo tipo y portadas imposibles llenas de humor.
En siguientes entradas de este blog estoy seguro de que saldrán a relucir, irremediablemente, muchas historias relacionadas con la revista. Mi forma de entender el periodismo fue la que mamé -el verbo es una ironía- en interviú, pues allí cabía todo, hasta los amigos -algunos ya muertos-, y los buenos y los malos compañeros también.
Ahora colaboro en distintos medios, con preferencia en Nobbot, diario digital de tecnología para las personas. Entrevistar a físicos, catedráticos e investigadoras me ha permitido desarrollar otra faceta del periodismo que siempre me atrajo: explicar y explicarme cómo es el Cosmos, ese espacio infinito donde como decía Carl Sagan, está “todo lo que es, todo lo que fue y todo lo que alguna vez será”.