Ese talent show del fascismo llamado La Vox está sacando a relucir lo más granado de la derecha y de la izquierda españolas. Hace unos días, Pablo Echenique y Santiago Segura mantuvieron una gresca tuitera porque el primero comparó a Santiago Abascal con Torrente: “da risa hasta que te lo imaginas en un parlamento o en un gobierno…y entonces da miedo”.

El cineasta le reconvino: “un Torrente en un parlamento o en un gobierno, da, efectivamente, miedo. No aceptar los resultados de unas elecciones democráticas por mucho que nos contraríe el resultado, tampoco es algo que me tranquilice…”

El ideario de Vox

A mí tampoco me tranquiliza, pero igual que a Alfred Nobel se le fue de las manos lo de la dinamita, pienso que el bueno de Santiago Segura fue creando sin querer con su Torrente un monstruo que hoy aparece dramáticamente retratado en el ideario político de Vox.

Confieso que nunca me hizo mucha gracia el célebre policía machirulo, y no entendía cómo, en pleno siglo XXI, había millones de espectadores españoles que se reían de sus casposidades patrioteras y de género. En serio: me encantaría saber cuántos votantes de Vox han visto alguna película de Torrente y, ojo a la preposición, si se reían “de” él o “con” él. Mucho me temo que lo segundo.

Y lo segundo es esto: que en el Parlamento andaluz ha entrado un torrente de xenofobia y odio sobre el que van a hacer rafting, subidos a la canoa de su pacto, los dirigentes del PP y de Ciudadanos. Y nosotros aquí, ladrando en posts, tuits, tertulias y columnas, mientras ellos cabalgan a sus anchas por ese nuevo latifundio de su tan ansiada Andalucía.