Tú me ofreces la mano.

La tomaré sin apretarla,

apenas sin cogerla, cual si fuese

el sueño de una mano, que es inútil

intentar apresar, y es siempre libre.

La aceptaré, como la vida misma,

que hoy se tiene, hecha carne y hecha fuego,

o hecha serenidad y alma tranquila,

y que mañana acaso no se tenga,

porque no es nuestra, y otras voluntades

nos la dan, nos la quitan;

y llamamos al préstamo la vida.

Tan inseguro como el despertar,

tan posible imposible,

será tu amor, ahora cada día.

(Pero a la noche el sueño siempre viene

con esperanzas de que habrá un mañana.)

Te cogeré la mano,

como el cauce a su agua:

sintiéndola correr allí en su seno,

y dejándola libre

para el fin que ella misma entre los sones

de espuma y claridades se invente, en libertad.

Ella es el agua. Y yo la tierra que la va ayudando

a formarse su curso, sin pararla.

Pedro Salinas. 1937. Poesía inédita (Cátedra, 2013)

 

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Dorian. Cualquier otra parte