Estaba convencido de que la “ciudad”, tal como la concebimos hoy día, ya no tiene sentido. Creía en una nueva oralidad –que no normalidad-, en donde los asistentes de voz cada vez tendrán más presencia en nuestras vidas, frente a un teléfono móvil “que te obliga a usar las dos manos y concentrar en él tu mirada, por lo que puede tener los días contados”. En sus clases, en sus artículos y en sus entrevistas Antonio Rodríguez de las Heras analizaba con pasión cómo la revolución digital está transformando el actual modelo de sociedad.

Era un hombre que amaba el futuro y nos ayudaba a entenderlo. El 13 de marzo, el mismo día en que el presidente del Gobierno decretaba el estado de alarma, escribía un artículo en El País-Retina sobre las futuras consecuencias que iba a traer la Covid-19: creía que de esta situación catastrófica emergerían todas las potencialidades que contiene la sociedad digital para crear un nuevo modelo de vida. Pero ya no llegará a saber si se cumplirán sus previsiones. Murió el pasado 4 de junio, víctima del coronavirus.

El mero placer de charlar

A Antonio le conocí personalmente justo hace ahora dos años. Quedamos en el Café Comercial, donde iba a entrevistarle para Nobbot. No siempre te encuentras con la posibilidad de hablar a fondo con un catedrático que además era director del Instituto de Cultura y Tecnología de la Universidad Carlos III de Madrid. Todo un lujo para un periodista. Nos caímos tan bien que la entrevista terminó derivando en una charla de más de tres horas en la que ambos disfrutamos del analógico placer de conversar frente a un café.

Me contó, por ejemplo, que la sociedad digital está creando obesos mentales: “cuando no metabolizas toda la información generas una adiposidad cerebral y se traduce en lo que llamamos ruido”. Lo señalaba como un peligro y apostaba por buscar nuevos sistemas educativos, que resumió en una gran metáfora: “Hay que pasar de construir un galeón con las piezas que conforman ese galeón a educar con piezas de Lego, y que con esas piezas puedan hacer un galeón, una casa o un avión”. O quizá, también, conseguir una vacuna contra la Covid-19 que, de haber llegado a tiempo, hubiera salvado miles de vidas. Como la de Antonio, a quien seguiremos reviviendo cada vez que veamos que el futuro no es perfecto, pero se acerca mucho a lo que él siempre soñó.

9 de junio de 2020