Ha querido el azar que haya visto en estos días la película “Don´t look up’, de Adam McKay, y leído un ensayo sobre Durero: ‘Alberto y la ballena’, de Philp Hoare. (Ed. Ático de los libros)

 

La primera, protagonizada por Jennifer Lawrence y Leonardo Di Caprio, es una sátira muy recomendable sobre los tiempos trumpistas que nos ha tocado vivir. No se libran ni los ‘anarrosos’, ni los ultraconservadores ‘voxeros’ portavoces del negacionismo climático y astronómico, ni los putinófilos creadores de fake news, esos malos imitadores de mis efakemérides.  

 

El reverso de San Jerónimo

¿Y qué relación tiene la inminente caída de un meteorito que destruirá la Tierra –argumento principal del film- con un ensayo sobre Durero? La que me ha descubierto el libro: la enigmática representación de la caída de un bólido que el pintor alemán plasmó con trazo rápido en el reverso de una tabla de madera de peral. El anverso es su lado más conocido y se puede ver actualmente en la National Gallery de Londres: se trata del óleo de “San Jerónimo en el desierto” fechado entre 1494 y 1496, según distintos expertos.

La autoridad del cuadro fue determinada por el historiador de arte David Carrit en 1971. La National lo adquirió en 1996 y suele estar colgado en la sala 65 del museo, salvo estos días, en que forma parte de la exposición “Los viajes de Durero”, también en la pinacoteca londinense. El 27 de febrero, supongo, volverá a su sitio.

Anverso de San Jerónimo en el desierto (23.1 x 17.4 cm)

 

 

 

 

 

Reverso de la tabla

 

 

 

 

 

 

 

 

El meteorito de Ensisheim

He indagado en el porqué de ese enigmática llamarada que ni siquiera es propia del fino pincel del autor renacentista. El 7 de noviembre de 1492 cayó sobre un campo de trigo de la localidad alemana de Ensisheim un meteorito de unos 130 kilos de peso cuyo impresionante fulgor se pudo ver a decenas de kilómetros de distancia. Ocurrió a plena luz del día y produjo un gran estruendo al entrar en la atmósfera y chocar contra la Tierra, creando un cráter de varios metros de profundidad.

Ese día, el joven Durero, que todo lo anotaba en un diario, se encontraba en Basilea, a solo cuarenta kilómetros de Ensisheim. Llevaba allí desde el verano de ese año, trabajando con los impresores Johann Amerbach y Bergmann von Olpe, según sus biógrafos.

Marca registrada

Octavilla publicada por Sebastian Brant sobre la caída del aerolito

La noticia de la enorme piedra negra caída del cielo corrió por toda la comarca y quedó registrada en unas octavillas impresas por Sebastian Brant, para quien también trabajó Durero realizando varias ilustraciones de su libro Das Narrenschiff (La nave de los locos).

Distintos historiadores de arte y biógrafos del artista alemán coinciden en que empleó aquella pequeña tabla de madera de peral para representar con apresuradas pero no menos certeras pinceladas aquel prodigio que las mentes de la época no dudaron en calificar como una señal del cielo con tintes apocalípticos.

Sostengo la teoría de que primero pintó ese lado de la tablilla y que así la conservó hasta que, poco tiempo más tarde -¿meses, uno o dos años?-, decidió iluminar el anverso con uno de sus “sanjerónimos”, en este caso el penitente que se conserva en Londres.

Catálogo de la exposición sobre Durero en la Albertina de Viena: Sep.2019-Ene.2020

Y con una precisión tal que, cuando leí con detalle cómo lo hizo, tuve claro que escribiría este artículo: hace dos años, hasta días antes de la pandemia, estuvo abierta en la Albertina de Viena una exposición sobre los magistrales dibujos del pintor alemán, cuyo catálogo fue minuciosamente comentado por la crítica de arte colombiana asentada en Francia Pili Ospina Silvain.

Piedra contra piedra

En su análisis, Ospina habla de “una pintura extraña de Durero: una bola de fuego, un meteoro, el meteorito de Ensisheim (¿estaría presente?) una explosión, ¿una escena del Apocalipsis? Es el reverso del San Jerónimo Penitente, y el centro de la explosión corresponde, al anverso, al corazón del santo que se golpea con una piedra para mortificarse”.

Impresiona. Durero hizo coincidir, en la misma tabla de madera, la piedra del anverso con que San Jerónimo se golpea el pecho con el punto justo, en el reverso, donde explota el aerolito. No creo que haya una mejor representación del Apocalipsis que la que interpretó Durero en esos apenas cuatro decímetros cuadrados extraídos de un peral.

Melancolía I

Los expertos apuntan asímismo  que el “cometa” que se aprecia en el célebre grabado ‘Melancolía I’, de la serie de Estampas Maestras, fechado entre 1513-1514, también sería una recreación más perfeccionada del bólido de Ensisheim, un elemento más de la compleja iconografía y simbolismo de esa obra.

 

No mires arriba, mira a Maximiliano

Vuelvo a la película con la que he abierto este post. Sin ánimo de hacer spoiler, diré que llega un momento en el que a la ficticia presidenta de los EEUU, Janie Orlean, magistralmente interpretada por Meryl Streep, le viene de perlas usar la inminente caída del meteorito en su provecho populista. Pero no es nada nuevo.

Meryl Streep en Don´t look up

El uso político y religioso de los fenómenos astronómicos se remonta, como mínimo, al dios Ra de los egipcios, o al Utu de los sumerios; el dios solar conocido como padre de todos los dioses.

En 2015, William Hartmann, un planetólogo del Instituto de Ciencia Planetaria en Tucson, Arizona (EEUU) propuso que lo que vio Pablo de Tarso, esa luz que provocó la caída del caballo y su conversión al cristianismo, fue en realidad un meteorito, similar al que cayó en Chelyabinsk, Rusia, en 2013. 

Durero: El emperador MAximiliano I

Y lo que ocurrió poco después de caer el meteorito de Ensisheim no tiene desperdicio. Lo apunta Hoare en su ensayo y lo amplia Jordi Llorca en su estudio ‘¿Caídos del cielo? Meteoritos en la historia y en la historia de la ciencia’: Unos días después, el veintiséis de ese mismo mes, el príncipe Maximiliano de Austria, hijo del rey Federico III, se dirigió a Ensisheim para ver la piedra que había caído del cielo. Maximiliano se quedó tan impresionado por aquel acontecimiento que ordenó trasladar el meteorito a su castillo de Koenigsburg, cerca de las murallas de la ciudad, e hizo traer sabios y consejeros para examinar la piedra. Después de unos cuantos días de deliberaciones, decidieron que Dios había enviado el meteorito a Maximiliano para ayudarlo en sus hazañas contra los franceses.

Maximiliano sacó dos pedazos del meteorito, uno se lo quedó él y el otro se lo regaló a su buen amigo Segismundo de Austria (…) Tras las conclusiones de los consejeros de Maximiliano, la caída del meteorito de Ensisheim fue utilizada como arma de propaganda política y, antes que acabara el año, ya se habían distribuido cuatro panfletos propagandísticos escritos por Sebastian Brant (1457-1521), el poeta de más renombre de aquellos tiempos del imperio. (…) Maximiliano declaró la guerra al rey de Francia y en enero de 1493 sus tropas obtuvieron una victoria contundente en la batalla de Salins”.

Fragmento del meteorito caído hace 4.000 años en Campo del Cielo, Argentina, que conservo en mi casa.

Post Scriptum

Hace unos cuatro mil años, entre las provincias argentinas de El Chaco y Santiago del Estero, impactó una lluvia de meteoritos metálicos resultantes de la explosión en la atmósfera de un asteroide de alrededor de 840.000 kilos. El más importante de los que cayeron pesa cerca de 30 toneladas. La región es conocida como “Campo del Cielo”.

Los qom, una etnia de la Pampa que habitó aquella zona a partir del siglo XVI, creían que aquellos aerolitos eran “gotas del sudor” del sol. Desde hace años conservo un fragmento de esa exudación solar. Apenas mide 10 centímetros de largo, por 5 de ancho y 6 de alto. Pero basta sostenerlo en las manos para notar su desproporcionado peso, de casi un kilogramo de hierro y níquel extraterrestres. No hace falta creer en nada. Es tan mágico como el reverso de aquella tablilla que pintó Durero.