En el limbo de los giros oceánicos,
nuestro reino flotante, hermoso como la trucha arcoíris,
se derrama en lágrimas de sirena.
Tapones azul cobalto, botellas esmeralda,
bolsas brillantes con el color de la púrpura de Tiro…
vagan en las aguas del Mar del Desdén –entre las coordenadas
135 a 155 grados Oeste y 35 a 42 grados Norte–.
Un espejismo de confort duerme el sueño de los justos
en las aguas del Mar de la Indiferencia
–entre el paralelo 22 y 38 grados Norte–.
Atrapados en redes fantasmas
envases de champú verde nilo
chinelas havaianas magenta
bricks de zumo ámbar,
maromas azul glaciar…
pintan archipiélagos cubistas que tienden a lo abstracto,
desgranándose en prismas,
disolviendo colores en verdugos celestes,
en souvenirs cándidos, casi transparentes,
como las huevas de los peces, como la espuma,
como la piel de Moby-Dick.

Elena Soto: Lágrimas de sirena

(Su libro Métricas del alma, Ed. Torremozas, ganó el premio Carmen Conde en 2003)

Bordeando la costa de Portugal me topé con este pez devorador de plásticos varado en la orilla de Praia de Cova-Gala, al sur de Figueira da Foz. Se me ocurrió, como metáfora, que en su vientre podría haber un soldadito de plástico, y que sería igual de contaminante que el de plomo del célebre cuento. Luego me puse a navegar en las aguas no siempre turbulentas de internet y descubrí a Elena Soto, una berciana afincada en Mallorca, donde ejerce de poeta y periodista especializada en divulgación científica.