La efervescencia de este sol invicto

invita a cualquier cosa

                          –en especial

a dos actividades del espíritu

cada cual más sublime–:

vagar sin hacer nada de provecho

y consagrarse a la cerveza fría.

Insisto: a cualquier cosa,

                              menos a este sadismo

de explicarles en pleno mes de marzo,

con esta arrebatada primavera,

los textos candorosos

de la literatura neoclásica.

Habría que nacer

con todas las lecciones aprendidas

–la historia, la gramática y el cálculo–,

esa reminiscencia fantasiosa

de la que habla Platón,

y esmerarnos tan solo en ser felices.

Es un crimen de lesa humanidad,

entre cuatro paredes,

hablar de quienes cantan a la vida,

mientras la vida canta,

                                  entusiasmada,

derrochando su luz desobediente.

Carlos Marzal: Literatura española neoclásica (‘Euforia’ Ed. Tusquets Primera edición: marzo 2023)

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Imagen: Aula de los años 70 en el IES Casas Viejas, de Benalup  (Cádiz)

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José Antonio Labordeta: Retrospectivo existente (Letra de Miguel Labordeta)

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(El otro día, cuando acudí a votar al colegio electoral, recordé aquella sensación áspera de las aulas que habitábamos de adolescentes, ya casi acabado mayo. Me volvió a invadir ese inolvidable tufo escolar, mezcla de sudores, polvo de tiza y libros desgastados, con esos nervios que nunca tuvieron ni tendrán edad, antes de rendir cuentas de todo lo aprendido en aquel año. Mientras, la vida era todo lo que ocurría ahí fuera, en el patio y más allá del patio, anunciada en el aire fresco, en los plátanos y en las moreras, en las golondrinas que parecían estar celebrando un gol cuando se zampaban un insecto; y en la luz, en esa interminable luz que tenía ya forma de verano. Horas después de votar, leyendo Euforia, de Carlos Marzal, di con un poema titulado ‘Literatura española neoclásica’. Es un magnífico resumen de todo esto que estoy contando, pero visto desde los ojos del profesor)