Hay algunos lujos en la vida que te vienen regalados. El de poder haber visto el documento original del Tratado de Tordesillas recién restaurado es uno de ellos. Fue por motivos de trabajo. Una afortunada carambola profesional me llevó a Sevilla y me permitió conocer a fondo el Archivo General de Indias, guiado nada menos que por su directora, Esther Cruces. La visita tuvo lugar el pasado 7 de junio, justo el mismo día en que 529 años antes, en 1494, se firmó el histórico acuerdo por el que los procuradores de las coronas castellana y portuguesa daban fin a las diferencias derivadas de la partición del Mundo establecidas tras la llegada de Colón a América en 1492. La división de un planeta que aún estaba por descubrir. Como si ahora las dos grandes potencias mundiales –no sabría decir cuáles- se repartieran las riquezas de Marte sin haberlo aún pisado. Con la diferencia de que entonces sí que había marcianos a los que someter.
Mi primera sorpresa, supongo que propia de todos los que somos legos en materia de archivística, es que el documento que se conserva en Sevilla es la versión portuguesa del mismo. Como es lógico, claro, a poco que se piense. La versión castellana del acuerdo, me enteré allí también, está en el archivo lisboeta de la Torre do Tombo.
El Tratado, en sí, establecía una nueva línea de demarcación del océano Atlántico, de polo a polo, a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde, de tal manera que Castilla se quedaba con la mitad occidental, nada menos, y Portugal podía seguir circulando por la costa africana y más allá sin mayor problema.
La restauración del documento –cuatro pliegos de vitela, una finísima piel de ternera, pulida al máximo-, ha consistido en reparar algunos desgarros en el pergamino que por lo visto podían dañar al cordón de seda que lo sujeta, así impidiendo su desprendimiento. También se ha trabajado sobre el sello de plomo, bastante deteriorado. La intervención se ha realizado en los talleres del Instituto del Patrimonio Cultural de España, ese edificio madrileño más conocido como ‘La corona de espinas’. También se ha realizado un nuevo contenedor que facilita su almacenamiento, consulta y exhibición.
Memoria del Mundo
Otra historia de la que no tenía noticia es que tanto el documento portugués como el castellano fueron declarados en 2007 como parte del Registro de la Memoria del Mundo de la UNESCO, lo que viene a ser el patrimonio documental de la humanidad. Tal como se lee en la justificación “nunca antes, dos grandes potencias se repartieron inmensos territorios y océanos por la vía del acuerdo y el pacto y sin el recurso a las armas. El Tratado constituye un modelo y paradigma de la resolución de problemas sin violencia”.
Desde un punto de vista meramente arquitectónico, el hoy Archivo General de Indias es un pequeño Escorial en Sevilla. No en vano fue proyectado por Juan de Herrera en 1572, para acoger la Lonja de Mercaderes. El patio central en concreto recuerda totalmente al de los Evangelistas del monasterio escurialense. Y una de las salas del segundo piso no envidian en nada a la de la biblioteca del monumento madrileño. Contaba la directora del archivo que el hecho de que todo el edificio esté realizado en piedra, incluido su majestoso artesonado, ha sido un factor decisivo para la buena conservación de los documentos de los territorios españoles de ultramar. Y ahí siguen, desde hace siglos, textos autógrafos de Colón, de Magallanes, de Núñez de Balboa, de Hernán Cortés…
‘Volumen nada más: base y altura’
Da cierto vértigo histórico, casi tanto como subirse a la azotea –tuve ese privilegio- y, encaramado a una de sus bóvedas, poder hablarle de tú a tú a los picnáculos góticos de la Catetral y desentrañar parte del Proverbio 18 de la Biblia, que corona la Giralda: ‘Turris fortisima nomen Domini (ad se confugit ubi justorum salvabitur)‘ Torre firme es el nombre del Señor, donde el justo se refugia seguro. Pero prefiero quedarme con aquellos versos de Gerardo Diego: ‘Yo mudéjar te quiero y no cristiana. / Volumen nada más: base y altura’.