Ceviche de cherne

Fue el primer restaurante japonés que abrió en España, en 1967, como refugio culinario de la tripulación de la flota nipona atunera que ya entonces recalaba en Las Palmas de Gran Canaria. Y es el ‘japo’ al que siempre acudo cada vez que vuelvo a la ciudad de mis días marinos. Aunque ahora ha cambiado su sede.

Desde su apertura y hasta el año pasado, el Fuji estuvo ubicado en calle de Fernando Guanarteme, al resguardo del paseo de Las Canteras. En concreto, se encontraba en los bajos de los apartamentos Astoria,  donde durante una larga época no faltaron noticias sobre el lumpen que había ido tomando distintos pisos y puertas del edificio, en decadencia desde que, tras los dorados años setenta, el turismo dejó de ir en masa a la zona del Puerto para instalarse en el sur de la isla.

Los Apartamentos Astoria en la época dorada de los 70.

El trapicheo de ‘crack’ y heroína, con dosis que volaban de los balcones a la acera para ser recogidas por los yonquis que la frecuentaban, junto con la prostitución y los robos, llevaron a los vecinos a cortar la calle en varias ocasiones al grito de «¡aquí se vende droga!».  A todas esas escabrosas historias sobrevivió impertérrito el mítico restaurante. Vendiendo atún.

Un ‘toro’ inolvidable

Toshihiko Sato (© Gob. de Canarias)

En aquel Fuji primigenio estuvo siempre al frente su fundador, Toshihiko Sato, hasta que le cedió los cuchillos (hochos, en japonés), y la magia de saber cortar atunes, chernes y todo tipo de pescado a su pupilo Miguel Martínez. Allí probé, hace ya mucho, un ‘toro´ único. El ‘toro’ es un corte especial de la ventresca del atún, con unas infiltraciones de grasa uniformes que le dan un aspecto marmóreo a cada pieza cruda, de un sabor suave pero con una indiscutible personalidad, y con una textura sutilmente mantecosa que convierte cada bocado en un delicadísimo placer.De aquellos años del Fuji en Guanarteme guardo, entre otros muchos recuerdos compartidos con Yolanda, el de aquel “toro” con que nos agasajaron Tomás y Lucas, nuestro añorado y malogrado Lucas.

El nuevo Fuji

Historias de viejos marinos

Este verano, Tomás, con quien tanto queremos y gozamos, nos ha llevado a la nueva sede del Fuji, en la calle Pedro Castillo Westerling, 20, a escasos 50 metros del mar. Siendo nuevo, uno tiene la sensación de seguir entre las mismas maderas y cortinas del anterior local, y hasta con las mismas botellas de whisky y de sake que adornaban sus viejas estanterías. No exagero. De siempre el Fuji presumió de tener botellas reservadas con la firma de marineros japoneses que previamente las habían comprado y que las iban gastando cada vez que su barco recalaba en el Puerto de la Luz, el puerto de Las Palmas GC. Para sorpresa de todos, tras el cierre del local de Guanarteme, las obras y la apertura del nuevo Fuji, no hace mucho que apareció uno de esos viejos marinos reclamando un trago de su botella. Y allí que la tenían, como símbolo de una fidelidad y dedicación al cliente de la que pocos restaurantes pueden presumir.

Carpaccio de

Carpaccio de atún con trufa

Un sosegado lujo

Esto nos contaba el maitre mientras esperábamos a degustar las delicias habituales de la casa. Memorable el carpaccio de atún con trufa que, como bien dice Tomás, habría que pedirlo también de postre; y el ceviche de cherne, con una leche de tigre suavísima, inmejorable (es la imagen que abre este post). El acompañamiento de giozas, sashimis y sushis variados llevan la firma inconfundible de los japoneses de verdad, con ese contundente sabor de todos sus ingredientes, que se han de saborear despacio, muy despacio, y hasta casi en silencio, como exigía el comisario Montalbano cuando tomaba triglie. Todo un ritual.

Contaba el señor Sato en un reportaje de no recuerdo qué periódico que en sus primeros años el Fuji sobrevivió gracias a la flota nipona y al turismo escandinavo, ya que los canarios no entraron al restaurante hasta una década después de su apertura. Pero gustó, vaya si gustó, y sigue gustando a los fieles isleños y peninsulares que, aun no teniendo botella reservada en sus nuevos anaqueles, sí que tenemos la firma del Fuji iluminando para siempre nuestro imaginario gastronómico japonés.

P.S. Tras el cierre del restaurante japonés más antiguo de toda Europa, en Dusseldorf (Alemania), el Fuji ocupa ahora esa posición.